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domingo, 8 de mayo de 2011

El Traje Nuevo del Emperador

Hola, ¿que, como andas?

Hoy voy a contarte un cuento... 

Si, ¿porque este y no otro?

-Porque tendré que recurrir a él para explicarte lo que voy a tratar en las proximas entradas de las que te anticipo los títulos, "Los Guias" y "Cuestión de gustos", en ambas creo que necesitare vincularme a este cuento.

Por lo que me anticipo a contártelo, aunque supongo que y lo conocerás, pero trataré, en mi versión, hacer hincapié en la parte que de verdad me interesa del cuento. Por lo que el hecho de contarlo no es meramente otro que hacer que mis próximas publicaciones tengan mejor apoyo en cuanto a las explicaciones. Así que...

        Erase una vez...
    Un emperador que disponía de grandes riquezas en tierras y oro, Todo lo que soportaba el horizonte le pertenecía a él, Las plantaciones, los bosques y jardines. Los poblados estaban sometidos a su poderío y juicio. Los campesinos le rendían homenaje, al menos, una vez al año demostrándole su agradecimiento, en forma de presentes, por permitirles cultivar sus tierras y acoger sus ganados y bestias. El Señor indiscutíblemente disponía de la legitimidad de los campos que permanecían bajo su servicio y merced.
     Así pues, Un Buen día, en pleno funcionamiento del pueblo, en el apogeo de la aceituna... Un par de muchachos de entre 35 y 40 años más o menos, altos, morenos y con mucha decisión y seguridad en si mismos, se acercaron, montados en un carromato a tracción de un rocín flaco, al pueblo donde el se alzaba el Castillo del Señor de las Tierras, que así se hacía llamar en el pueblo, ya que curiosamente nadie supo nunca jamás su verdadero nombre.
     Pues estos dos muchachos se acercaron castillo, directamente nada más llegar. Pidieron hablar en persona con el Señor.
(...) -Solo se sabe de esta charla que tuvieron que duro mucho tiempo, por los aldeanos que esperaron ansiosamente en las puertas del Castillo, con curiosidad por saber que hacían allí esos muchachos...
      Te contaré por encima de lo que hablaron más o menos, solo lo que la gente del pueblo pudo captar de la conversación.
Los muchachos le enseñaron al Señor un nuevo tejido que ellos mismos habían descubierto y traído desde las tierras más lejanas jamás vistas por la civilización, hasta ahora. Le dijeron que solo una persona con un mínimo de sentido común y una cabeza coherente, sería capaz de visualizar tan lujoso tejido. El Señor al principio le costó captar la idea, pero tenía que sobrepasar a los demás, tenía que seguir manteniendo su puesto y su legitimidad, por lo que aseguró concienzudamente ver dichos tejidos. Así pues, al asentir verlos, la camarilla del Señor y los sirvientes más allegados tenían que ser dignos de seguir siéndolo, pues el Señor de las Tierras debía rodearse de la gente más vivaz y coherente de las Tierras.
        Por lo que todos los que lo rodeaban aceptaron verlo, pero nunca nadie, llego en sí a visualizarlo verdaderamente.
       Así que dieron la noticia al pueblo y se percataron de avisar que solo podían disfrutar viéndolo el nuevo traje del Señor, aquellas personas con un mínimo de sentido común y una cabeza coherente. Nadie quería defraudar a su digno Señor, temían ser desterrados por no tener un mínimo de sentido común y una cabeza coherente, por lo que todo el mundo quedó impresionado al ver el nuevo traje que se había comprado el Señor de las Tierras.
       El Señor hizo un desfile por el pueblo en su mejor y lujoso rocín blanco seguido por su corte, vestida con las mejores galas. El pueblo impresionado y absorto rendía homenaje valorando el trabajo de los muchachos.
El Señor al ver la reacción del pueblo, lleno de oro y piedras preciosas los bolsillos de los muchachos, quienes apresuradamente pusieron tierra de por medio, sin pensarlo un par de veces.
       Al cabo del rato, el cortejo rodeo una esquina donde se encontraba un grupo de niños jugando felizmente. Uno de los niños, al ver al famoso Señor de las Tierras en paños menores, se le escapó esa risa contagiosa que solo los más peques se saben hacer... gritando:
       -¡¡¡ EL SEÑOR ESTA EN CUERO !!!
      A la espontánea reacción del niño, todo el pueblo rompió a carcajadas, al comprender que nadie veía el nuevo traje ya que era mentira. El traje no existía, no era invisible para aquellos que no tenían un mínimo de sentido común y una cabeza coherente. Era todo un cuento y pura convicción por parte de los muchachos.

FIN


Por lo que no creo que tengamos que quedarnos callados cuando nos intenten convencer por algo que no sentimos. Si no lo sientes como el resto, dilo, no te calles, no por eso serás más torpe. Todo lo contrario. Tendrás más personalidad y gusto propio. Y eso es lo que tienes que defender, tus ideas, tus gustos, tus decisiones. No pasa nada que el resto de la sociedad piense otra cosa, ¿Estarán todos callados como los aldeanos que habitaban las Tierras del Señor? ¿A lo mejor tú eres ese niño que se dio cuenta de la realidad?

Sin más y permitiéndote que pienses esto bien. Ya que más tarde apoyaré mi idea en este cuento.

Saludos y hasta pronto...

Am, no te olvides de echarles de comer a los peces del final de esta página, solo tienes que pinchar con el ratón e la pecera. ¡Gracias!

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